San Antonio de Padua

junio 8th, 2010 Publicada por alejandra

San Antonio de Padua – Presbítero y Doctor de la Iglesia puede ir una foto de san Antonio de padua

Sus milagros
Se le llama el “Milagroso San Antonio” por su interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte. Uno de los milagros más famosos de su vida es el de la mula: Quiso uno retarle a San Antonio a que probase con un milagro que Jesús está en la Santa Hostia. El hombre dejó a su mula tres días sin comer, y luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó un bulto de pasto fresco y al otro lado a San Antonio con una Santa Hostia. La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia y se arrodilló.
En otra ocasión, cuando los herejes de Rímini le impedían al pueblo acudir a sus sermones, San Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar: “Oigan la palabra de Dios, ustedes los pececillos del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar”. A su llamado acudieron miles y miles de peces que sacudían la cabeza en señal de aprobación. Aquel milagro se conoció y conmovió a la ciudad, por lo que los herejes tuvieron que ceder.
El santo del mundo entero
San Antonio es el santo más conocido y amado en el mundo. Millones de peregrinos y devotos, de todo el mundo, visitan cada año su Basílica en Padua. No hay ninguna iglesia en el mundo que no tenga un altar, una pintura, una estatua o un fresco dedicados a San Antonio. Los devotos sienten a San Antonio como el intercesor y benefactor en nombre de Dios. San Antonio es el rostro de la bondad auxiliadora de Dios, que en él se devela y se hace realidad concreta y tangible. San Antonio es sentido también como la misericordiosa y delicada llamada a la conversión y a la penitencia. Lo reconocen y lo aman con el lirio (la pureza y la transparencia de vida), con el Niño Jesús (signo de un amor tierno y disponible), el libro (la Palabra de Dios).
El Santo fue enterrado en Padua, en la pequeña iglesia de Santa María Mater Domini, su refugio espiritual en los periodos de intensa actividad apostólica, el martes 17 de junio de 1231. Al final de los sentidos funerales, el cuerpo del Santo fue depositado en la pequeña iglesia del convento franciscano de la ciudad. La traslación más importante tuvo lugar el 8 de abril de 1263, cuando, acabada una fase decisiva de la construcción de la nueva iglesia, se trasladó el venerado cuerpo. Al examinar los restos sagrados, antes de ponerlos en una nueva caja de madera, se dieron cuenta de que la lengua del Santo estaba incorrupta. Al hacer este descubrimiento San Buenaventura exclamó:”Oh lengua bendita, que siempre bendijiste al Señor, e indujiste a los demás a bendecirlo; ahora vemos con claridad cuántos méritos adquiriste ante Dios”. Informe: María Cecilia Masciarelli.

Antonio, cuyo nombre anagráfico es Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nació en Lisboa hacia el 1195. A los quince años entró al colegio de los canónigos regulares de San Agustín, y en sólo nueve meses profundizó tanto el estudio de la Sagrada Escritura que más tarde fue llamado por el Papa Gregorio IX “Arca del Testamento”. A la cultura teológica añadió la filosófica y la científica.
Cinco franciscanos habían sido martirizados en Marruecos, a donde habían ido a evangelizar a los infieles. Fernando vio los cuerpos, que habían sido llevados a Portugal en 1220, y resolvió seguir sus huellas: entró al convento de los frailes mendicantes de Coimbra, con el nombre de Antonio Olivares.
Durante el viaje de regreso de Marruecos, en donde no pudo estar sino pocos días a causa de una enfermedad, una tempestad empujó la embarcación hacia las costas sicilianas. Estuvo algunos meses en Mesina, en el convento franciscano, y el superior de este convento lo llevó a Asís para el Capitulo general. Aquí Antonio conoció a San Francisco de Asís que lo llamaba confidencialmente “mi obispo”.
Lo mandaron a la provincia franciscana de Romagna en donde llevó vida de ermitaño en un convento cerca de Forli. Lo nombraron para el humilde oficio de cocinero y así vivió en la sombra hasta cuando sus superiores, dándose cuenta de sus extraordinarias cualidades de predicador, lo sacaron del yermo y lo enviaron al norte de Italia y a Francia a predicar.
Finalmente, Antonio fijó su residencia en el convento de la Arcella, a un kilómetro de Padua. De aquí iba a donde lo llamaban a predicar. En 1231, cuando su predicación tocó la cima de intensidad y se caracterizó por los contenidos sociales, Antonio se agravó y del convento de Camposampiero lo llevaron a Padua sobre un furgón lleno de heno. Murió en Arcella el 13 de junio de 1231. “El Santo” por antonomasia, como lo llaman en Padua, fue canonizado en Pentecostés de 1232, es decir, al año siguiente de su muerte, por la gran popularidad que se había ampliado con el correr de los tiempos.

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