“Las vías del frenesí
El martes último los villamarienses fuimos agredidos en nuestra sensibilidad por la terrible noticia de la muerte de una niñita y su mamá embarazada, a causa de la embestida del tren, a la hora en que la menor debía ingresar a la escuela. Nadie estuvo exento de esa conmoción arrolladora, que como un cono de angustia oscureció el ánimo de una ciudad que de repente quedó aturdida, intentando descifrar con impotencia de qué modo es posible que la desgracia se presente así, de un segundo al otro, con paso cruel y el tacto tan hiriente.
Un segundo, una decisión desafortunada, un acto que no podemos evitar juzgar con bronca. Un paso. Un paso que dejó secuelas horribles, pero también un paso que de algún modo nos representa como sociedad. Ese paso apresurado, hijo del frenesí cotidiano, ese paso que damos todos nosotros, todos los días, tratando de ganarle cinco segundos a la vida. El mandato inexorable del tiempo que no alcanza, de las obligaciones que aprietan, de las necesidades que exigen, y nosotros, que algún día cedemos y entramos en la carrera, y en cada esquina nos jugamos la vida… nos jugamos la vida. El horror del ferrocarril nos sacude por su forma, por su morbosidad, por esa exhibición repugnante de tragedia abierta. Sin embargo es otra más de las tantas representaciones de nuestra neurosis social, instinto suicida de perseguir la vida por los bordes de la muerte. Compulsión ansiosa por estar ahora en un lugar que no es acá. De repente, sin darnos cuenta, perdemos el sentido, o más bien la noción de cuál es el sentido que queremos darle a lo que hacemos, y es ahí cuando pasamos al acto, cuando todo vale. En su texto “Una Interpretación de la Cultura”, Freud advertía que “tenemos a la cultura como la gran empresa de hacer que la vida prevalezca sobre la muerte, teniendo como arma suprema el usar la violencia interiorizada contra la violencia exteriorizada; suprema astucia esta de hacer que la muerte trabaje contra la muerte”.
Desde el Colegio de Psicólogos proponemos detenernos a reflexionar, de abstenernos por un instante de la tentación de acusar al que dio el paso mal dado y descubrir en cada uno de nosotros cómo se presenta, a veces, ese mismo impulso de ganarle cinco segundos a la vida. El acelerador que se apura cuando el semáforo pasa a amarillo, la senda peatonal que es sólo una ilustración decorativa, el cinturón de seguridad que demora una salida, el guiño que un día de éstos voy a hacer arreglar, el casco que me despeina.
Durante el año 2008 murieron 22 personas por día en accidentes de tránsito en el territorio nacional. La causa mayoritaria fue la imprudencia, esa delegada siniestra de nuestra inútil búsqueda de avasallarnos hacia el futuro, y que nos hace olvidar que cuando no seamos presente, será entonces que simplemente, ya no seamos nada.
Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba
Delegación “A” Villa María